10/03/2008

PAPI, DAME REAL

La crisis estaba anunciada desde que el agua llegó a los tobillos pero nadie reaccionó hasta sentirla por la cintura. Ahora que en cuestión de semanas subió al cuello y promete tapar la coronilla, la urgencia de un rescate para la economía estadounidense parece un dilema: la bolsa o la vida. O el gobierno salta con el dinero para lubricar el aparato, o el país y medio mundo se viene a pique, incluyendo unos cuantos pasajeros de primera.

El plan de $700 millardos para comprar "activos tóxicos" e inyectar efectivo en el sistema financiero es consecuencia de la codicia, falta de regulación, irresponsabilidad y adicción al crédito de los EEUU. Da escalofrío pensar que los contribuyentes le pasaremos dinero a las mismas instituciones que crearon este desastre. ¿No es el capitalismo un sistema donde el mercado depura las imperfecciones?  La realidad ha demostrado una vez más que mucho laissez faire es tan peligroso como una mano de hierro. También ha demostrado que confiar ciegamente en el gobierno es un costoso acto de ingenuidad: escuchar al Secretario del Tesoro diciendo trust me al defender la capacidad de las agencias federales lo lleva a uno a pensar en Irak. Solo que en este caso las armas de destrucción masiva si parecieran existir en los balances de los gigantes financieros.

Pocas personas dudan en la necesidad de un rescate. Cómo hacerlo de manera eficiente, transparente y auditable es el reto. Con los cabilderos y banqueros sobrevolando el Congreso para obtener su tajada no olvidemos el viejo axioma de que unos ganan y otros pierden. En este caso, como tantos otros, con este balde de $700 millardos a punto de inundar el mercado pareciera que perderán los simples mortales y ganarán los que saben meter su cuchara a tiempo, o con una pequeña ayuda de sus amigos.

Washington aseguren que no lanzarán el dinero a un barril sin fondo porque esos activos tóxicos serán inmunizados y algún día vendidos, quizás con ganancias, lo cierto es que ofrecer otro chequesote en blanco a esos muchachones de Wall Street es hipotecarles su futuro.

Claro, en medio de este debacle, no hay tiempo para decir hoy no fío, mañana si. 
 

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