2/06/2009

HUGOCENTRISMO

¿Ha visto alguna vez su fotografía desplegada en una valla? Puedo
asegurarle que es toda una experiencia. Lo primero es una mezcla de
sorpresa y admiración. Luego viene un cosquilleo y una sensación como
si te inflaran cual globo. Y no es por hiperventilación. Es el ego,
que ante semejante estímulo, se dispara más allá del control de la
mente y se cree la verdadera esencia de nuestro ser.

O para explicarlo de forma más sencilla: el ego se come el cuento, y se hincha.

Ahora imagine que su imagen aparece en televisión, periódicos, afiches
y estampitas. Que no importa a donde mire, allí está usted, su imagen
en todas partes, como si viviera rodeado de espejos que le dicen sin
cesar lo bueno, lo especial y lo importante que es. Y además que cada
mañana, al abrir los ojos, le esperan cientos de personas deseosas de
hacerle sentir como esa imagen omnipresente.

Para rematar el cuadro, sumemos a este cóctel delirante algo
demoledor: supongamos que tiene poder. Mucho, más que nadie a su
alrededor. Un poder temporal, claro está, pero que su ego puede
ejercer aquí y ahora para saciar sus deseos.

Como verá, ante semejante embate, sobran razones para perder la cabeza.

Esto es exactamente lo que sucede con Hugo Chávez: se ha convertido en
rehén de su ego, y a la vez, ese ego ha secuestrado a millones de
venezolanos.

Lo interesante es que según Buda tal cosa como el ego no existe, pues
en realidad es una creación de la mente. Pero no quiero ponerme
etéreo, así que al punto: en la medida que Hugo Chávez se cree todos
los slogan, propagandas y alabanzas que le rodean, esa ilusión del ego
lo va haciendo más ignorante de su propia realidad. Con el agravante
de que enrolla a medio país en su red ilusiones, deseos y ambiciones.

Y con esto no quiero decir que está loco. Si acaso que los
venezolanos, a costa de alimentarle el ego, han llevado su
hugocentrismo a niveles de obesidad mórbida y esto le tapona las
arterias de la conciencia. Quizás por eso, diez años después de llegar
a Miraflores, está más inflado que nunca.

Por eso, en tiempos de preguntas, qué tal esta:

¿Está usted de acuerdo en otorgarle al presidente las herramientas y
poderes para crearse una realidad a la medida de sus deseos. Qué tanto
se parece la propaganda a su vida cotidiana?

La próxima vez que se cruce con las vallas del comandante, piense que
de alguna manera ese hombre es víctima de si mismo.

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