3/09/2008

EL VIRUS NACIONAL


El nacionalismo es argumento para todo, especialmente para las grandes manipulaciones. Música para oídos militantes, se vale de verdades a medias para impactar el corazón de los ciudadanos. El resultado suele ser un sarampión colectivo que aparte de fiebres y delirios, suele dejar sus marcas en la piel. El nacionalismo es como un venda en los ojos: nos impide ver más allá de las narices.


En su constate huída hacia adelante, Hugo Chávez juega ahora la carta nacionalista en su intento de polarización doméstica y regional. Como señala Boris Muñoz en su Carta desde Caracas para la revista Gatopardo, Chávez es un líder que sale de sus problemas creando otros mayores, un agitador de oficio que depende del impacto para distraer la atención. Con una gestión malherida, inflación sobre el 5% en los dos primeros meses del año y unas elecciones en ciernes, su apuesta es revolver las fibras del venezolano alertando que ante las amenazas del exterior, solo la unidad monolítica podrá salvar la patria. Por ello intenta teñir las pasiones con el rojiverde de la revolución, ese cóctel cívico-militar que hasta ahora solo ha dejado una profunda resaca.


El conflicto con Colombia viene escrito con ese guión nacionalista, aderezado seguramente por ciertas sub-tramas que no deben ser desdeñadas, como las presiones de la industria armamentista que ha encontrado en Venezuela un cliente de excepción, e igualmente, en Colombia, un mercado a largo plazo. Ciertos círculos de negocios en Moscú, Washington y Minsk, deben leer las noticias de esta crisis con un interés nada santo: a mayor retórica, más posibilidades de asegurar otro contrato de fusiles, aviones o municiones.


Una de las pocas vacunas contra el nacionalismo es una verdadera democracia, pero aún así, podemos decir que es parte de la condición humana contraer esta enfermedad. Ecuador y Colombia han experimentado sus brotes en estos días, y para el presidente Uribe, una alta temperatura en el fervor nacional ante las acciones de la guerrilla y de Venezuela puede ayudarlo en su interés por conseguir otra reelección.


Lo peor del nacionalismo es que pocas personas son capaces de diagnosticarse. A diferencia de la gripe, este virus crea la ilusión de que a pesar de los malestares se está mejor que nunca.


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