3/04/2008

LA CIGUEÑA Y SUS RETOÑOS

Hay más bebés en los Estados Unidos y eso es una buena noticia. En 2006 los nacimientos superaron marcas de hace 45 años llevando la tasa de fertilidad a 2.1 hijos por mujer, según expertos, la cifra mágica para reemplazar la población. Una cuarta parte de esos bebés nacieron en familias hispanas, donde la tasa de fertilidad es 40% superior al promedio nacional. Que a los hispanos nos encanta la familia no es secreto. Lo interesante cómo esto se engrana al debate de inmigración y cultura.


Actualmente el 13% de la población en EEUU es inmigrante, muy cerca del 15% en los años previos a la Primera Guerra Mundial cuando la recesión económica caldeó los ánimos y las presiones llevaron a un cierre de fronteras. De cara a las presidenciales aquellos nubarrones han resurgido en la agenda electoral, sobre todo en estados como Nevada, Carolina del Sur, Tennessee y Georgia donde la población extranjera ha crecido en más de 45% y mientras cada año un millón de personas cruza la frontera legalmente y alrededor de 500 mil lo hacen sin papeles. Una marejada que puede encontrarse con nuevos diques en momentos cuando la economía da muestra de fatiga.


También surge la pregunta de cuán integrados están estos padres y sus hijos al país. El idioma es un buen indicio y según cifras del Centro Pew el 94% de los hijos de inmigrantes hispanos tienen un buen dominio del inglés al llegar a la edad adulta. Los estudios demuestran que los hijos de inmigrantes tienen mejor educación y calidad de vida que sus padres, pero sobre todo, como indica un reciente informe del Economist, que la inmigración es un fenómeno que beneficia cultural y económicamente a los países emisores y receptores.


Lo que nos trae de vuelta a todos esos bebés hispanos. Puede que en algunas cabezas suene bien la idea de cerrar fronteras y someter a padres e hijos a un proceso intenso de asimilación para que sean tan nacionales como un descendiente de los Padres Peregrinos. Pero la verdad es que en un mundo globalizado las presiones superan toda barrera y es más inteligente aprovechar esa energía, espíritu emprendedor y riqueza cultural para construir una nación diversa y abierta. Una donde el proceso de inmigración y legalización sea justo y rápido. Una donde las segundas generaciones puedan balancear su herencia y su país en una identidad híbrida y fascinante.

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