1/09/2009

GIROS MORTALES

Es difícil hablar cuando te estallan bombas en la cabeza, pero aún
así, no hay otra manera de extinguir la mecha. El plomo forjado no
acabará con los cohetes caseros, y los atacantes suicidas no serán
capaces de exterminar a un pueblo entero. Cada explosión en Gaza
alimenta una espiral de muerte que al girar se va tragando la
esperanza. Bajo los escombros y más allá del humo, israelíes y
palestinos han perdido las razones y argumentos al creer que la
violencia es la luz al final del túnel. La historia, y especialmente
la reciente, ya nos ha demostrado que en realidad es la entrada al
infierno para civiles y militares.

¿Cómo detener esa espiral de odio? No existe una respuesta práctica,
pero si unos principios básicos, como reconocer la existencia del
otro, asunto donde el fanatismo de Hamas ha cerrado las puertas al
diálogo. También es necesario el respeto a la vida, punto en donde
ambos bandos han fracasado. Y es vital que Israel entienda que el uso
de la fuerza legitima a los sectores radicales en desmedro de los
grupos moderados, porque la humillación y el dolor que trae la guerra
no es un remedio sino una enfermedad contagiosa.

De las ruinas de Gaza es poco probable que se logre construir el
estado palestino, con o sin Hamas. Y desde la retórica incendiaria
fanática es imposible que se pueda alcanzar un acuerdo de paz, a pesar
de la voluntad de Fatah en Cisjordania. Si la solución al conflicto
pasa por la convivencia de ambos estados en un territorio otrora
compartido, es vital crear las condiciones para sociedades prósperas
que ofrezcan seguridad a sus ciudadanos. Aunque los halcones israelíes
clamen por ocupaciones, muros y bloqueos.

Por supuesto que es difícil hacerse ilusiones cuando la sangre corre
por las calles y están incendiadas las pasiones. Hoy los palestinos de
Gaza y los israelíes están envueltos en una centrífuga que dispara
lejos de la mesa los argumentos racionales, con el peligro de
arrastrar consigo los radicalismos en distintas partes del mundo. Pero
si la comunidad internacional es capaz de contener este estallido y
los gobiernos moderados conducen el debate por un cauce constructivo y
pragmático, una vez que se apague el fuego (que en algún momento se va
a extinguir) existirá otra oportunidad para resolver este letal
conflicto, tan añejo como peligroso.

Negar la ventana de esperanza y enterrar el diálogo bajo la pólvora
solo servirá para darle más energía a esta espiral letal. Y los
muertos de los últimos días seguirán llamando a otros muertos con la
voz del odio y la venganza.

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