7/16/2009

RADIOCIDIO

El día que apaguen las radio no quedará el silencio. En su lugar habrá un rumor monocorde que a cada minuto le recordará  a Venezuela la forma como en nombre del pueblo se impuso el gobierno, es decir, el presidente. Con el argumento de la democratización, una vez más, el virus de la militancia ideológica ha transformado la política en un alicate tenaz. Se queda corto quien analiza la nueva ley de Telecomunicaciones como un instrumento de control a los medios. El objetivo es someter la realidad.

¿Es una aventura descabellada? El voluntarismo bolivariano confía en que será un mero trámite redactar la ley, aprobarla y aplicarla. Para una administración acostumbrada a gobernar en cadena y alérgica a la rendición de cuentas, suena lógico multiplicar el discurso oficial para sumar resultados y restar las críticas. Con más radios sintonizadas en rojo la programación será música para los oídos del gobierno.

Vale la pena repetirlo: Si algo debe reconocérsele a la administración Chávez es su capacidad de pervertir los procesos. Durante años existió el clamor por una justa regulación del espectro radioeléctrico, por la creación de un sistema público de radio y TV de calidad, por un quiebre a los carteles comercializadores de medios y por el estímulo a la creación de una industria audiovisual independiente. Ahora, alegando que ese es el objetivo, el gobierno propone una ley que pervertirá esas demandas, con una vuelta de tuerca más: someterá al público y a los medios a un filtro oficial que en nombre del pueblo protegerá al gobierno. ¿De quién? Del pueblo mismo.

Detrás del radiocidio que se ha puesto en marcha existe una estrategia comunicacional sencillamente pasmosa: mostrar una versión de la realidad, que repetida en sus distintas versiones y a través de un mayor numero medios, termine por imponerse en el país.

El éxito de esta estrategia requiere, como en el pasado, de la anuencia de la ciudadanía. Esos oyentes en todo el territorio que han escuchado, visto y sentido las consecuencias de una realidad franquiciada, porque cada vez más, en cada rincón, la presencia del gobierno resulta más contundente. Y con esa presencia viene el mensaje: la Venezuela socialista, la que existe, es el país de los discursos presidenciales y los ecos que repiten sus seguidores. La otra sencillamente está fuera del aire.

El Gran Hermano quiere que lo veas, lo escuches y lo sigas. Y no le gusta que lo contradigan. 
 
 

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