Trescientos mil en seis años. Ese es el número de muertos en Darfur a manos de los grupos rebeldes, las milicias patrocinadas por el gobierno y las hambrunas que la pólvora ha regado. De tamaño similar a Texas, Darfur es una zona desértica al oeste de Sudán, la nación más grande Africa. En estas tierras es posible encontrar algunos de los registros más antiguos de la civilización, y también lamentablemente, como sucede en este continente, un compendio actualizado de la bajeza humana.
La Casa Blanca anunció esta semana la revisión de la política hacia Sudán y su presidente, Omar Al-Bashir, quien tiene encima una orden de captura de la Corte Penal Internacional por crímenes de guerra y es señalado como un genocida por grupos de Derechos Humanos. La estrategia del Departamento de Estado va alineada con la diplomacia estilo Obama: incentivos, presiones y un diálogo condicionado a resultados. En caso contrario, más sanciones y aislamiento. Suena parecido a la zanahoria y el garrote, algo que quizás para los 2.7 millones de desplazados suene muy poco, muy tarde. Pero considerando las campañas internacionales a favor de Darfur, es una señal de que para Washington el horizonte no lo ocupa exclusivamente Afganistán.
Sudán está ya bajo sanciones de la ONU. Una fuerza híbrida de cascos azules y la Unión Africana ha sido desplegada en Darfur, aunque con recursos muy limitados. Con buenas reservas de petróleo, Sudán ha logrado seducir a China y otros países para que sirvan de barrera de contención y mantengan el dinero circulando. Con sobradas razones, se sospecha que algunas potencias burlan el embargo de armas para mantener sus lazos con Al-Bashir.
Pensar en paz para Sudán podría lucir como una utopía, pero con ayuda internacional el país logró terminar con las tres décadas de guerra civil entre el norte y el sur. Uno de los requisitos de la Casa Blanca es que los acuerdos firmados se respeten, incluyendo un referendum en 2011 que podría llevar a la secesión sureña.
A Obama se le ha reclamado liderazgo en muchos frentes, y su plato está repleto. Debe manejar una guerra en Afganistán, mantener la estabilidad en Pakistán, completar la retirada en Irak y negociar con Irán y Corea del Norte sus planes nucleares, además de facilitar un acuerdo palestino-israelí. Darfur podría lucir como una prioridad menor, pero no debe se así. Esa tragedia, el primer genocidio del el siglo XX, es una excelente oportunidad para darle sentido al Nobel de la Paz. www.elibravo.com/caldo.php
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