12/16/2009

GRACIAS CON SAL

Hay sorpresas que uno no se espera, o al menos, no espera que sean tan sorprendentes. Este año me deja la marejada de correos electrónicos, comentarios y confesiones que me regalaron los lectores de "Una ola tras otra". No es ningún secreto que la historia de Andrés, el aprendiz de marinero quien emprende un viaje en solitario por el Caribe para descubrir las profundidades del mar y de su alma, es una historia que me toca de forma muy directa: los personajes son una suerte de hijos concebidos en la ficción, pero en este caso, Andrés navega por aguas que conozco perfectamente, a fin de cuentas, su viaje transcurre por rutas que navegué en carne y ser.

Lo sorprendente es recibir correos que dicen "parecía estar leyendo la crónica del último trimestre de mi vida", o este otro, de quien tuvo su velero hace años "tu libro es como los sueños que me acompañaban antes de que mi barco se hundiera y leerlo me ha devuelto al mar". Una lectora, al terminar el último párrafo, se llenó de "lágrimas, llanto, y luego.... satisfacción". No puede existir mejor regalo, tras meses escribiendo, borrando, corrigiendo y dudando. Escribir es una labor solitaria hasta el momento cuando el lector se sumerge en la página para liberar la magia del libro: la historia se reescribe en su corazón y en su mente, transformándolo en algo único, personal, íntimo.

Este es un agradecimiento público a todas las personas que con sus palabras han llevado al Pelic mar adentro por rutas que Andrés jamás pudo imaginar. A los marineros de sillón, los enamorados, los que sueñan con la vida en tres dimensiones, a los que leen sin prejuicios y a quienes han tenido el valor de mirarse por dentro. Sobre todo, a quienes me han dicho "el libro fluye con facilidad, dejándose leer". Les confieso, desde el momento cuando entendí que jamás ganaría un Nobel, un Cervantes, y no hablemos de un Planeta, escribir se transformó en un verdadero placer: me basta con ser capaz de echar mi cuento, y si además logro conectar con la gente, ya me doy por premiado. Sirva esto para quienes durante años han hervido en ganas de escribir, porque no hay mejor momento que el ahora ni mejor historia que la que llevan por dentro.

Hay que soltar amarras, después ya se verá donde tocamos tierra.

       

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